viernes, 9 de enero de 2009

Un desbande atróz

El ambiente era frio, como suelen ser los inviernos de Lima. Desperté en un cuarto con las cortinas cerradas que permitían el paso de solo algunos rayos de luz a las 9am. Para mí las 9 de la mañana era temprano, muy temprano, pues recién despertaba y consideraba que aquellos eran los primeros. Al abrir los ojos vi una cortina verde con bobos blancos y antiguos que me hicieron recordar la sala de mi abuela, cerré los ojos y los sobé fuertemente para que se me quitara la agobiante somnolencia, al abrirlos me vi reflejado casi desnudo, con los labios hinchados, en calzoncillos y con medias blancas, en un espejo enorme de forma ovoide sobre la cama, una cama de resortes antiguos que chillaban con tan solo apoyarme en un lado, el colchón húmedo y dos almohadas duras como una piedra cubiertas por una tela casi transparente que me hicieron recordar al papel de arroz que envuelven los dulces que te regalan en los chifas cuando pagas la cuenta. Delante de la cama estaba la puerta del baño con una rajadura en la parte inferior que, por las condiciones en que el cuarto estaba no dudé en suponer que fue hecho por algunas ratas, las paredes del cuarto tenían un color oscuro que hacía más triste el ambiente. Al lado derecho de la cama estaba una especie de cómoda donde pude ver mi ropa, al lado una mochila negra que estaba sobre otro montículo de ropa que, obviamente no era mío. Cuando intenté levantarme de la cama fracasé y caí, la cabeza me daba vueltas y, sentí nauseas. En el segundo intento escuché una voz que dijo que necesitaría ayuda.

Volteé a la izquierda y vi a Diego, sentado en una silla de madera, sin polo, en bóxer, con medias blancas, una cadena de oro en el cuello y un poco más abajo, en el pecho, tenía un rasguño largo, al parecer provocado por las uñas de alguien, tenía un cigarro encendido en la mano. Era extraño que no oliera el humo. Diego era la última persona que recuerdo haber visto casi al término de la fiesta en la discoteca y supongo era el término porque no volví a abrir los ojos hasta hoy en este cuarto apestoso e inmundo. Esa discoteca era siempre el punto de encuentro de todos mis amigos del barrio y de la universidad, era el mes de julio y habíamos terminado un ciclo más, como es costumbre decidimos celebrarlo el sábado, día que coincidía con el cumpleaños de Aurora, amiga del barrio. Recuerdo que estábamos bailando y tomando sin parar, también recuerdo que recordé que era un mal bebedor y siempre hacía el ridículo pues solo seguía mis instintos: me peleaba con cualquiera y bailaba hasta caer al suelo, no reconocía a las personas y lo peor de todo era que cuando parecía calmarme y que todo volvía a la normalidad vomitaba. Lo siguiente que recuerdo son tres o cuatro escenas: alrededor de las 2:30 de la madrugada se nos acercó para invitarnos un cigarro deforme, oscuro y sin filtro, yo acepté. Luego recuerdo que Diego me abrazó y yo lo espanté. Después aparecimos a la orilla del mar entre un océano de personas que saltaban eufóricas frente a un escenario, a mi lado estaba Diego y él, quien nos invitó aquel cigarrillo extraño. Hasta ese momento no recordaba más.

Cuando lo vi casi desnudo no supe cómo reaccionar, desgraciadamente podía imaginarme por qué estábamos los dos en ese cuarto en las mismas condiciones. Diego se acercó a la cama y me dio la mano para ayudarme, cuando me levanté casi no pude mantenerme en pie por lo que tuve que sostenerme de su torso para luego sentarme. Antes de pronunciar palabra alguna, Diego se inclinó lentamente e intentó besarme, lo repelé rápidamente con mis manos y le pregunté qué estaba haciendo, qué era lo que estaba pasando. Era todo tan extraño, me puse como un energúmeno lo insulté desde cabro hasta asqueroso y lo mandé a mierda, me dijo que no me relajara que no se lo iba a decir a nadie, luego se rió a carcajadas preguntándose “cabro yo”, me sentí tristemente estúpido. Le pregunté qué es lo que había pasado, por qué había intentado besarme. Dijo que lo que pasó esa noche quedaba entre nosotros. Yo aterrorizado le pregunté qué es lo que había pasado y comenzó a contármelo todo.

Diego me dijo que acepté ese maldito cigarro oscuro, deforme y sin filtro de Arturo, uno de sus amigos, y que lo fumé sin saber a ciencia cierta lo que era. Cuando Diego me dijo que estaba fumando marihuana simplemente me reí y fue entonces cuando me dijo que iría a un reif en una playa de Miraflores a celebrar el cumpleaños de Renzo, “el vegetariano”, me dijo que lo despidiera de sus amigos, pero yo dije que quería ir con ellos. Hace meses que no iba a una de esas fiestas. Ellos gritaron chocando sus cabezas, luego sin despedirnos de alguien salimos eufóricos. La marihuana nos puso a mil por hora. Subimos al auto de Arturo y fuimos a toda velocidad por la Costa Verde, camino a la dichosa playa. En una de las curvas, cerca a una playa, había un escenario y un mar de gente saltando eufóricos, cuando estábamos pasándolos Diego me dijo que yo quería conducir y que me acercaba al lado de Arturo para tomar el timón y provoqué que nos salgamos varias veces del carril. Arturo solo me empujaba y nos reíamos como locos pero en mi último intento sucedió algo que no esperábamos y que en realidad nadie espera que suceda, desgraciadamente una de las personas que saltaba frente al escenario se cruzó en nuestro camino o mejor dicho nos cruzamos en su camino. Con Arturo al volante y yo molestándolo lo atropellamos y arrojamos más de seis metros a una velocidad superior a los 115km/h. Nos detuvimos, pero no bajamos del carro, estábamos muy asustados y no sabíamos qué hacer, los segundos parecían horas, de seguro que la policía nos iba a meter presos dijo Diego, estábamos conduciendo ebrios y drogados. No estoy ebrio mierda, dijo Arturo. Pero estás más duro que una piedra le dije. Arturo y Diego me dijeron que fue mi culpa. Fue entonces que el pánico se apoderó de nosotros, pero en especial de mí. Empezamos a echarnos la culpa el uno al otro hasta que un silencio ensordecedor invadió el auto e hizo que nos miremos el uno al otro a los ojos. Acelera, acelera mierda dijo Diego, no viene nadie y si nos quedamos nos cagan, acelera. Sí arranca le dije, vámonos. Corre, corre antes de que alguien se dé cuenta. Arturo pisó el acelerador y nos fuimos sin algún reparo, Diego sacó su pipa magistral y empezamos a reírnos como nunca, nos faltaba el aire y yo no podía contener la marihuana en los pulmones. No desperdicies mierda, me dijo Arturo y pegó un grito enorme. Diego dijo que da igual un serrano más o uno menos, para lo que valen carajo. Luego se vuelven presidentes dijo Arturo. Nos matamos a carcajadas y seguimos.

Cuando llegamos al dichoso reif, Arturo nos dijo que bajáramos y saludáramos al vegetariano de su parte porque se iba a su casa, el carro estaba abollado y no quería problemas. Arturo se fue a toda velocidad y sin mirar atrás. Diego y yo nos mezclamos entre la gente buscando al vegetariano para saludarlo y seguir la fiesta. La droga a esas alturas ya me había causado grandes daños. No recordaba nada de lo que me contaba Diego.

Luego me dijo que yo quería probar éxtasis pero no me lo permitió, aunque no se lo creí del todo asentí con la cabeza para que siguiera con la historia. Me dijo que yo quería probar éxtasis porque en este tipo de fiestas es muy común y no quería quedarme atrás, como si consumirla fuera una hazaña heroica. De un momento a otro me quería separar de todos, alrededor de las cuatro de la mañana quería irme de la fiesta, pero no podía ir a mi casa porque mis padres definitivamente me iban a castigar y a dar la charla en ese mismo momento y lo que deseaba era descansar hasta que me pasara el efecto del trago y la marihuana. En ese momento, mientras Diego me contaba las cosas recordé todo lo que pasó. Le dije que se callara, sentí un dolor enorme en la cabeza que me hizo retorcerme en la cama, Diego se me acercó y me trató de reponer. Fue inútil. Diego no sabía qué hacer, me trajo un vaso con agua de caño, pero se lo tiré, luego me senté y mi cuerpo empezó a temblar; supuse que fue por los efectos de la droga, pero luego de meditarlo estoy seguro que fue por lo que había pasado en ese cuarto pocas horas antes de despertar. Le dije a Diego que era un hijo de puta y para colmo maricón, desplegué contra él una serie de adjetivos infames mientras se vestía sin decir palabra alguna.

En el cuarto recordé que después de la fiesta quise tomar un taxi en la acosta verde para irme a un hotel cualquiera y descansar hasta que se me pasaran los efectos. Diego me acompaño para embarcarme, recuerdo que en el camino me dijo que me acompañaría a mi casa, le dije que no iba a ir a mi casa sino a un hotel en la Arequipa, donde está más barato el hospedaje. Cuando llegamos a la pista grande los pocos taxis que pasaban iban de frente, no me hacían caso, me tambaleaba demasiado y no podía ver bien, casi me caigo al suelo dos veces, de no ser por Diego me hubiera hecho daño. Luego de unos minutos Diego para un taxi y subimos, yo no sabía exactamente a dónde íbamos. Me dijo que no me preocupara, que mis viejos no me iban a regañar, iba a llamar a mis papás para decirles que íbamos a su casa a descansar y que mañana temprano yo regresaría. Diego saca su teléfono y marca a mi casa, yo le digo que no, que no llame porque iba a ser peor, mejor si no les digo nada y mañana temprano se los explico todo. Diego ya había marcado y estaba esperando que contesten, yo me alteré y lo golpeé en su mano para que botara el celular, el celular calló en el asiento y Diego, eufórico, me arrinconó entre el asiento y la puerta, estaba en una posición verdaderamente incómoda, me dijo que me calmara sino no me iba a ayudar. En ese momento escuchamos que alguien hablaba desde su celular, era mi papá, Diego me soltó para coger su teléfono, pero yo, antes de que él contestara, se lo quito de las manos y lo tiro fuera del auto. Nos quedamos atónitos. Diego se enfurece y me tira un puñete que me hace sangrar de la nariz y la boca, yo me quedé tranquilo y no nos dijimos nada hasta llegar a un hotel en la cuadra 16 de la avenida Arequipa.

Luego que terminó de vestirse me dijo y ahora qué, ¿Ya recordaste?, pues bien, te felicito, ahora cuéntaselo a todos para ser el hazme reír por los próximos tres años. Le dije que se esperara y empecé a decirle lo que recordé.

Bajamos del taxi y entramos al hotel, Diego pagó y dio sus documentos, yo estaba parado al lado de las escaleras. Cuando le dieron las llaves de la habitación subimos hasta el tercer piso y entramos a un cuarto, que le dijeron era el único que tenían. Entramos y yo caí rendido sobre la cama que era tan dura y deforme como una piedra, Diego se quitó los zapatos y su camisa para echarse. Empezamos a comentar todo lo que habíamos hecho desde la fiesta en la discoteca hasta el pleito en el taxi. Todo pasa, dijo en tono conciliador. En ese momento le pedí disculpas por su celular, me dijo que ya no importaba. Entonces, él, con los brazos debajo de su nuca y, yo con los míos sobre mi pecho, se me acerca lentamente mirándome fijamente a los ojos y me besa, yo correspondí sin saber exactamente lo que hacía. Luego de separarnos nos pusimos nerviosos, nuestros labios empezaron a temblar, nuestras pupilas se dilataron, nos mirábamos los ojos, los labios y el pecho de manera intercalada y casi siempre evitando mirarnos simultáneamente a los ojos. En ese momento me abalancé sobre él y nos besamos cual pareja impedida de amarse por razones ajenas a ellos, cogió mis manos y la puso en su dorso, después me quitó la camisa y continuamos besándonos hasta estar casi desnudos. Nuestros cuerpos se acariciaban por si solos y nuestras manos estaban en la nuca del otro. No paramos hasta que nuestros cuerpos no resistieron más la sobre excitación y quedamos rendidos uno al lado del otro con nuestros brazos entrelazados.

Definitivamente era la primera vez que tomaba alcohol en exceso y a la vez me drogaba con marihuana, actué en una forma descontrolada y, que en el momento simplemente no medía las consecuencias que podía causar. Quizás habíamos matado a alguien y esa idea me atormentaba. Diego llegó a salir de la habitación pero antes dijo que solo fue por pasar el rato, fue el alcohol y la marihuana, era la primera vez que besaba a un hombre y no estaba seguro de ser gay, luego cerró la puerta y pensé si yo lo era.

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